Las pequeñas elegías:
I
el territorio de la infancia,
el olor de tinta, el roce del pupitre,
el color y el sabor del pan
recién cocido,
las moras agraces, las peras de San Juan,
las tardes de tormenta
y de aburrimientos infinitos...
los viejos buenos días
perdidos por las esquinas
se estrellan contra las paredes
del tiempo ido,
se revuelven
se enrollan
como la cuerda del trompo
en el bolsillo,
y ya no vuelven.
Mariano Ibeas
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